En altares ocultos o a plena vista, entre rezos, humo de tabaco y copal, se mantiene vivo un culto que mezcla lo sagrado y lo profano: el culto a San Simón.
Una figura venerada por muchos en el sur de México, especialmente en Chiapas, y con profundas raíces en Guatemala y el mundo maya.
San Simón, es una deidad que representa el sincretismo entre las creencias mayas prehispánicas y el catolicismo impuesto durante la Colonia. Su imagen, con sombrero, corbata y cigarro, puede parecer irreverente, pero detrás de él se esconde una figura ancestral de origen maya.
A lo largo del siglo XX, migrantes guatemaltecos trajeron consigo la figura de San Simón hacia las regiones fronterizas de Chiapas, donde rápidamente fue adoptado por comunidades que vieron en él una presencia poderosa, capaz de conceder favores y castigar injusticias.
A pesar de su fuerza cultural, el culto a San Simón ha sido malinterpretado. Muchos lo asocian erróneamente con prácticas oscuras o con la brujería, sin comprender que su figura representa una cosmovisión indígena.