En pleno corazón de Tuxtla Gutiérrez, el andador San Roque se llena de color, texturas y tradición con la llegada de diciembre.
Aquí, entre el movimiento cotidiano del centro, un pequeño taller familiar mantiene viva una de las costumbres más arraigadas de la temporada: la elaboración de disfraces decembrinos.
Los costos varían según el diseño y los materiales, pero todos mantienen un sello en común: están hechos a mano y con dedicación. La demanda crece cada año, impulsada por madres y padres que buscan calidad, precios accesibles y apoyar la economía local.
Para muchas familias, este taller es una tradición decembrina. Aquí no sólo se vende ropa: se confeccionan recuerdos que formarán parte de las fotos del festival, del villancico y de las primeras pastorelas de la infancia.
Este negocio demuestra que las manos chiapanecas siguen siendo pieza clave para sostener la temporada. Consumir local no sólo fortalece a quienes trabajan desde sus hogares y talleres, también mantiene vivas nuestras tradiciones.